CUENTO #12
CUENTOS DE CUARENTENA.
Tengo varios parientes cercanos, que padecieron y están sobreviviendo a este virus destructivo que nos tiene en cuarentena, distancia física y protocolo de precauciones.
Dos de ellos, fuertes y jóvenes, ya están nuevamente en sus actividades, y felices de poder volver a saborear sus sagrados alimentos, pues me cuentan que se pierden totalmente el gusto y el olfato, y resulta que parece que estas comiendo cartón y agua… También quedaron agotados, pues el desgaste físico en queda el cuerpo, no se repone en dos noches.
– Haz de cuenta, que tienes en la cara un almohadón, que te sofoca, no te deja respirar, y no puedes quitártelo de encima. Es como respirar entre algodones…- Me comentaron.
La tercera persona de mi familia, ha tenido una historia más larga, primero de lucha y ahora de convalecencia.
Meses. ¡Sí, meses, no días!, en el hospital y en Terapia Intensiva. Tres, para ser más exactos.
Ochenta y cinco de esos noventa días, nos reunimos amigos y parientes, a través de internet, para orar por ella cada día, en todos los credos. Porque entre nosotros, el grupo que formó su hija para enviarle vibraciones de sanación, habemos de todo, y oramos juntos por sobre todas las creencias.
Porque quien nos creó y nos puso aquí, es uno solo, muy por encima del nombre que le pongamos.
Todos unidos por el mismo deseo de verla salir adelante.
Y finalmente, ella se estabilizó lo suficiente como para que sus hijos pudiesen sacarla del Hospital e instalarla en una casa esterilizada, preparada con todo lo necesario y convenientemente cerca del Sanatorio.
¡Estamos felices por ella!
Ha llegado victoriosa, al final del túnel. Pero, ahora le queda por delante todo un camino de fortalecimiento, recuperación, terapias, alimentación especial para ir recuperando el peso perdido, el tono muscular y lo que su cuerpo necesite.
Sus hijos la fueron poniendo al día, pues estos meses para ella, prácticamente no existieron.
Estoy segura que gran parte de ése tiempo, ella viajó por dimensiones distintas, y allá, aprendió cosas que a mí me encantará conocer.
Por ahora no se le puede visitar, y no es prudente llamarle, porque se fatiga pronto y necesita de todas sus fuerzas para irse recuperando.
Seguimos reuniéndonos diariamente, virtualmente, para acompañarla en este tramo del camino. A raíz de este deseo grupal por su salud, nació una hermandad que tendrá permanencia. Una manera de ayudar y ayudarnos, a pesar de la distancia.
Pero, en cuanto se pueda, me sentaré a su lado, para escuchar su increíble y milagrosa historia…
Con amor, Marissa Llergo.