Aunque la lluvia de novedades comenzó casi desde el día 1 de mi mes favorito, la última semana cambió de ritmo y emoción.
Previo a mi cumpleaños, para el cual había pedido a mi esposo simplemente unos días de descanso, alejados en la medida de lo posible de la rutina cotidiana, llegaron bellos regalos de aún más bellas personas.
Aunque debo decir que los regalos me encantaron, mucho mucho más, el
hecho de que estas personas planearan y usaran su tiempo pensando en mi Tiempo.
De todo lo que poseemos efímeramente en nuestra estancia terrenal, este es el único tesoro irrecuperable. Y por ello, el regalo más grande.
Agosto me convirtió en receptáculo del luminoso flujo que es el tiempo
de mis amigos y la Familia que me ama.
No me asusta envejecer. Tengo la grandiosa sensación de haber aprovechado al máximo cada uno de mis días.
Y la certeza de que un día que no se disfruta, es como tú helado favorito. Si lo saboreas, se acaba. Pero si no lo haces, se derrite…
Si este camino natural, lo llenamos de actitud y pensamiento positivo, agradecimiento constante y sincero, cercanía de la energía amorosa, distanciamiento para todo tipo de toxicidad y disciplina saludable, las
líneas que el tiempo dibuja en La piel, se convierten en pinceladas maestras en un lienzo que te ha de contar, con cada uno de sus colores, texturas y formas, una Bella historia humana.
Eso es lo que quiero.
Seguir escribiendo este gran libro de la historia de mi vida. En las primeras páginas, agradecimientos a quienes hicieron posible mi aprendizaje y mis triunfos, y al final, con grandes caracteres, mi autógrafo.
Con amor, creativa y viva,
Marissa Llergo.
