CUENTO 22
CUENTOS DE CUARENTENA.
Así las cosas. Hay una preciosa nueva vida, un pequeño tesoro de carne y hueso que lleva mi sangre, mis genes.
Tengo una nueva nieta. Y no puedo tocarla…
Apenas días de nacida. No se si en los años subsiguientes, los bebés nacidos en 2020 serán llamados pandémicos, o encontraremos algún otro nombre más poético para ellos. Eso quedará de tarea…
Pero, allí está esta hermosa pequeña, y nosotros ardiendo en deseos por conocerla, abrazarla, llenarla de besos de abuelos, decirle al oído que es dueña de nuestro amor incondicional…
Y en lugar de cumplir estos anhelos, la vemos cambiar día a día, a través de fotos y vídeo llamadas, porque así son las cosas hoy.
La única manera que encuentro, para suavizar mi corazón ambivalente, que se llena de alegría por esta nueva y preciosa vida, por las imágenes de su carita suave, nueva, dulce, y de tristeza por la distancia obligada, es convencerme de que vive en otro país, que por eso no puedo verla, y que algún día viajaré hasta donde ella está, y entonces nos abrazaremos, como lo hacen todos los abuelos con sus nietos.
Así, se me hace más fácil aceptar que crecerá, sin que mis manos puedan apreciar los cambios en su peso, su fuerza y consistencia.
Ella vive lejos de mis besos, del otro lado de esta pandemia…
Imagina, querido lector, lo mucho que me urge ahora, una vacuna, algo que garantice que podemos abrazarla sin preocupaciones.
Mientras tanto, esta pequeña que ya tiene su lugar en mi corazón, es una imagen y solo en sueños y en pantalla, me es posible besarla.
Pequeña niña de cabellos de seda, de grandes ojos que aún no he visto, de suaves manitas que todavía no he tocado, te amamos de esta forma moderna, obligatoria, virtual…
Hasta que sea posible tenerte en nuestros brazos…
Por: Marissa Llergo