A mi llegada a este mundo, en la época en que me tocó nacer, y viviendo en el seno de una familia de extracción católica, era moralmente obligatorio que yo tuviera un nombre religioso.
El apelativo original de mi progenitora, es larguísimo, como se acostumbraba cuando ella fue bautizada. Se compone de cuatro nombres, ni más ni menos y sin contar los apellidos.
Sin embargo, cuando mis padres se trasladaron a vivir al puerto de Veracruz, lugar en que nacimos todos sus hijos, las nuevas vecinas y amigas de mi madre cambiaron esas cuatro opciones por un bello diminutivo: Marissa.
A ella le gusto tanto este apelativo, que cuando nació la primera mujer de su prole, así quiso nombrarla.
– No puede llamarse así – Exclamó el sacerdote, cuando mis padres
solicitaron el rito bautismal. – Necesita un nombre cristiano. uno del Santoral.
Existe en mi familia, la costumbre de jugar con una pequeña lista de nombres que se repiten en variedad de combinaciones: José, María, Carmen, Pilar. Producto de estas combinaciones, cuento entre mis parientes, varias personas llamadas José María, o María José; Pilar del Carmen o Carmen del Pilar, María del Carmen, etc..
– Será como usted dice, padre. Pero insistimos en que lleve el nombre de Marissa.
De esta manera fue, que a mi me toco en suerte, llamarme Marissa del Pilar.
La tradición española cuenta, según lo que se lee en documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza, que la historia de esta Virgen se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles. Predicaban el evangelio.
“En la noche del 2 de enero del del año 48 AD. Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro, cuando oyó voces de ángeles que cantaban “Ave, María, gratia plena”. Y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol.
Entonces María, la madre de Jesus quien por entonces aún vivía, le pidió al apóstol que se le construyera allí una iglesia, con el altar en torno al Pilar donde había estado de pie, y prometió: “Permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos, para que la virtud De Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión, por aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio”
El Pilar es símbolo de fortaleza. De solidez, perdurabilidad. También representa un conducto que une el cielo con la tierra. En la Virgen del Pilar, el pueblo español ve simbolizada la presencia De Dios, que guía a través de las emboscadas de la ruta.
En fin, mis queridos lectores: para quienes no lo sabían, así es mi nombre. Reconozco que, teniendo en cuenta la energía intrínseca en el, me ha proporcionado una enorme fortaleza en mis momentos difíciles.
Me siento agradecida y orgullosa, de portar este nombre, y con él, la fuerza necesaria para sostener y sostenerme, cuando ha sido necesario.
Con amor y agradeciendo,
Hoy en mi santo,
Marissa (del Pilar) Llergo.