Ahora que nuestro cuerpo vive mayormente aislado del mundo que conocíamos, de los mercados atestados de gente y colores, de las sonrisas y muecas que hoy se esconden tras higiénicos trozos de tela y micas de plástico, que los deliciosos abrazos que acostumbrábamos los mexicanos han sido sustituidos por genuflexiones y gestos manuales, vienen con mucha fuerza a mi memoria los bellos lugares que he conocido en años más generosos.
Simplemente, anoche tuve un sueño delicioso, en el cual recorría caminando, al lado de mi pareja, las históricas calles del centro de Madrid, España.
¿Por que allí, precisamente? No lo sé, eso tendría que preguntárselo a mi subconsciente, y aunque ya lo hice, no me ha contestado. Se guardo para si. En cambio, la lógica, quien siempre está dispuesta a levantar la mano, me contestó que la mente regresa allí donde hubo alegría y hay añoranza.
Pues claro que añoro volver algún día a España! Hay tanto aún que no conozco de este mágico lugar europeo donde entiendo todo y a todos, porque nos comunicamos en el mismo idioma.
En fin, en mi sueño, salía de la mano de mi compañero, los dos muy abrigados, pues hacía bastante frío, aunque no tanto como para no disfrutar de una larga caminata.
Mirábamos a derecha e izquierda, tratando de elegir la mejor ruta para ese día. Caminar, es una afición que compartimos y además es un maravilloso ejercicio que nuestra salud nos permite y aplaude.
¿A donde ir? Algún Museo, paseo por la puerta de sol y sus alrededores, parques, tal vez subir a un Turibus, o descubrir pequeños locales de Café , chocolates, turrones, artesanías cualquier otra delicia que el día nos ofreciera.
Ese día virtual de mi sueño soñado, caminamos medio Madrid. (Al fin y al cabo, en un sueño no te cansas tanto).
Y volví a enamorarme, de todo lo que ya conozco y también me llene de añoranza por todo lo que aún me falta por conocer.
Con los años, he ido dejando atrás los apegos. Pero, por otra parte, mi lista de todo lo que aún quiero hacer, visitar, conocer, escribir, es cada vez más larga.
Todavía tengo ganas de bailar la danza de la vida, hasta su último compás. Y tras ese tono final, entraré bailando a la nueva etapa libre de equipaje, de tristeza, de preocupaciones.
Eso si, espero de todo corazón, que sea de la mano de mi gran compañero, mi persona favorita, mi amor, mi cómplice y todo.
Ya le pregunté, también le gusta la idea…