¡Esta historia te va a encantar, mi querido lector!
Resulta que hace poco más de una semana, bajé a tomar el sol al lado de la alberca del edificio donde vivo. Y allí estaba, leyendo y tomando un refresco, cuando escuché una vocecita que me llamaba.
No era mi conciencia, la voz era distinta. Era una señora de Dulce rostro, una damita de edad madura, que me decía en un inglés con acento Mediterráneo: ¡Ven, mira!
Me acerqué, para descubrir en su manos un pequeño colibrí que parecía herido o muy débil, pero vivo sin duda.
– Lo encontré tirado, creo que tiene Una patita lastimada y está deshidratado – Me comentó.
La escena me motivó, así que sin preguntarte, tomé imágenes de sus manos con la avecilla entre ellas.
La señora se fue, la tarde llegó. Me regrese a mi casa. Y los días pasaron…
Ayer, nuevamente bajé a tomar mi almuerzo entre árboles y frente al agua, (me encanta) para después alimentar mi piel con el sol primaveral.
Debía estar proyectando una imagen muy relajada, pues las personas que pasaban cerca de mi me sonreían, me comentaban algo acerca de pasarla bien.
Y si, la verdad, estaba disfrutando del momento.
En eso, veo acercarse a aquella señora del colibrí, y la saludé, preguntando qué había sucedido con el ave.
– Oh! Pues se recuperó, y salió volando por mi balcón. Te he estado buscando desde entonces, pues quisiera que me compartas la foto que tomaste. Porque ¿Sabes? Hace dos meses murió mi nieto de apenas 21 años, en un accidente. Hemos estado sumamente tristes.
– ¡Cuánto lo siento!
– Gracias. Pero ese día, sentí que el colibrí era él, viniendo a verme, a decirme que se encuentra bien, que no siga triste por el. Fue algo muy hermoso. No sé si me creas.
– ¡Pues claro que te creo! Las aves son mensajeras espirituales, y muy especialmente el colibrí, trae mensajes de los seres amados que ya no están aquí.
– ¿Tienes la foto?
– ¡Tengo fotos y vídeo! – Le contesté.
Le compartí el material, seguimos platicando un buen rato. Así supe más de su vida. De su llegada desde Turquía, hace muchos años. Charlamos un buen rato.
Y finalmente, me despedí de ella, con un grande y agradable sentimiento y una nueva amiga en mi vida.
Con amor,
Marissa LLergo.