* Casi cero ruido en las calles. Y un concierto en mi ventana. Escuchamos pajarillos día, tarde y hasta noche. Siempre han estado allí, pero su sonido competía con el del tránsito vehicular que ahora no existe.
Jamás nos podríamos haber imaginado este panorama. La llegada de nuestro primer hijo la suponíamos repleta de parientes y amigos, entrando y saliendo del hospital primero y de nuestra casa después.
No contábamos con esta cuarentena sanitaria.
Por eso será, que dicen: “Cuenta tus planes a Dios, si quieres verlo sonreír”.
Pero a mí, esto no me da risa.
Y a mi esposa, menos.
Imagínate: Tíos y abuelos que solamente lo han visto por fotos y videos. Nosotros, capturando imágenes de cada día, siendo los únicos testigos de sus cambios, sus pequeños progresos…
Mi mujer, con la depresión posparto, las desveladas, y todas las nuevas situaciones que se nos van presentando con este adorable y exigente pequeñín.
Yo, como nunca me imaginé, lavando ropita y ropa, trastes de todos tamaños, ordenando comida porque emparedados, que me salen tan bien, al tercer día ya no se antojan.
Henos aquí, en doble cuarentena…
No es que me esté quejando. Obviamente platicamos mucho acerca de esta situación y tratamos de ver el lado positivo de todo este asunto.
Lo tiene. Por ejemplo, nos estamos adaptando a nuestra nueva circunstancia, en completa tranquilidad. Podemos dormir cada vez que el bebé duerme. No hay demasiada prisa en lavar, levantar o limpiar, pues no hay visitas. Nuestra prioridad es atenderlo y aprender a conocer sus necesidades y horarios.
En línea, tenemos contacto con el pediatra y otros especialistas, que nos aconsejan y resuelven dudas.
Lloramos y reímos, en completa privacidad.
Pero, así somos los seres humanos. Añoramos lo que no podemos tener…
La privacidad es relativa, pues ella solamente cuenta conmigo. Apenas me desaparezco cinco minutos, y escucho su voz: ¿Dónde estás? Necesito que me acerques otra bolsa de pañales, más toallitas, etc.
Algo que me dio mucha tristeza, es que no me permitieron estar al lado de ella en la sala de partos, pues como esto ya estaba en su apogeo, solamente el personal médico podía estar presente.
Lo entendí, claro está. Pero eso no disminuye mi frustración. ¡Lo tenía tan planeado!
En lugar de tomarle la mano a mi esposa en momento trascendental para nosotros, tuve que esperar en la salita, hasta que me avisaron que todo estaba bien.
En vez de filmar a mi pequeño en sus brazos y luego los míos, su primer grito de vida, conformarme con los informes del pediatra.
En lugar de cargarlo e sus primeros minutos de vida y recordare mi voz, que tantas cosas le dije antes de presentarse a la luz del mundo, aguantarme con solo mirarlo tras el cristal del cunero.
Por todo esto, cuando nos dieron la salida, en verdad estábamos contentos.
Una vez que quedaron cómodamente instalados en casita, desinfectados, cambiados de ropa, dijimos adiós a las calles.
A partir de ese momento, y para no poner en riesgo a nuestra pequeña familia, y con la ventaja que mi trabajo se puede hacer en línea, aquí hemos estado los tres, pidiendo y recibiendo lo que nos hace falta, sin que nadie pase de la puerta.
Esta soledad, este aislamiento, son a la vez, terribles y hermosos.
La soledad es maravillosa, únicamente cuando la eliges.
El aislamiento puede ser un regalo de paz, sobre todo cuando así lo planeaste.
Casi cero ruido en las calles. Y un concierto en mi ventana. Escuchamos pajarillos día, tarde y hasta noche. Siempre han estado allí, pero su sonido competía con el del tránsito vehicular que ahora no existe.
Los gatos organizan un concierto. Los perros vecinos se envían mensajes ininteligibles para nosotros.
Y aquí estamos, testigos de la naturaleza que se abre paso entre paredes de concreto y madera, para entregarnos un mensaje lleno de esperanza.
La vida sigue adelante.
La Tierra está más viva que nunca.
Muchos seres humanos se han ido a otro nivel, pero otras más, se ha quedado, para emprender el nuevo rumbo.
Y aquí, en mis brazos, esta promesa de vida, este pequeño que tal vez dentro de unos años, presente grandes propuestas para que todos, habiendo comprendido que debemos cambiar, mejorar, evolucionar, logremos ser mejores humanos en este bello planeta azul que nos cobija.