CUENTOS DE CUARENTENA.
Tras charlar con mis tías, a las que adoro, decidimos hacer juntas un viaje
especial. Una de ellas jamás había viajado en un crucero, de manera que le daba una gran ilusión.
Revisé los precios. No estaban mal, tampoco mi economía en ese momento. Así que decidí invitarlas, podríamos compartir camarote y pasar cinco lindos día en la mar…
Pero claro, no contaba con que llegara esta revolución pandémica que volcó el mundo entero patas arriba.
Para comenzar, los hijos de cada tía encontraron muchos peros a mi propuesta.
No querían dejarme sola con ellas, pensaban que era mucha responsabilidad. Y no es que no sepa cuidar personas mayores; ya lo he hecho, muy bien y con amor.
Mientras tratábamos de llegar a un acuerdo, comenzó la ola viral del COVID 19. Y se acabaron los planes de viajes y paseos. Ahora sí, ya no era prudente. Ambas tías se encuentran en el rango más vulnerable, y no me atraía la idea de que pudieran enfermarse durante el paseo.
Por añadidura, el trabajo que hago, (casi todo por internet) también se redujo, se atrasó, las fechas de entrega cambiaron, mis ingresos habituales se vieron afectados. Todo en mi universo me decía: “Por ahora no”.
No me quedó más que hacer caso. Cancelé todos los planes de paseo. Y qué bueno, porque en ese momento aún no entendía la magnitud de lo que estaba por llegar.
Algunos yates turísticos, bajaron sus precios a niveles ridículos, muy tentadores.
Pero yo ya había comprendido el mensaje: Quédate en casa…
Varios de mis conocidos, cayeron en la tentación de esta oferta, y se lanzaron a disfrutar de un viaje en plena pandemia. Regresaron bien, al parecer.
Pero sinceramente, yo no me arrepiento de mi decisión. Ya habrá, en mi futuro, otras oportunidades, al igual que para mis queridas tías.
Quien sabe, a lo mejor celebramos la vida, en unos meses, con sus familias incluidas.
Un gran paseo, festejando que seguimos aquí…
Con amor,
Marissa Llergo.