La expectativa era alta, pues fue uno de los eventos que por la pandemia, durante dos años se cerró al público; ayer, un millón 800 mil personas se dieron cita en los diferentes puntos por donde pasaría Jesús azotado por los romanos.
No importó el calor, las largas horas de espera, que no se haya respetado el uso de cubrebocas, y que las personas se empujaran para estar a unos metros de Jesús de Nazaret.
Cerca de las 10:00 de la mañana del viernes, apenas la aglomeración era un guiño de lo que se convirtió pasado el mediodía: miles y miles de personas intentando ver la puesta en escena, cargando a niños en los hombros, comprando periscopios hechos con cajas de cartón y dos espejos yuxtapuestos que ayudaban a la visibilidad, porque, apenas las pantallas alcanzaban para saciar las ganas por ver el juicio en la macroplaza; escuchar a los fariseos rabiosos porque Poncio Pilatos condenara a muerte al que era un predicador y líder religioso judío.
Otras personas aseguraron que habían esperado a que terminara la pandemia para acudir al Viacrucis, ya que siempre lo habían visto por televisión.
Recorrer las calles era encontrarse con nazarenos agotados, haciendo ligeros calentamientos con la cruz al hombro para resistir todo el trayecto hasta el cerro de la Estrella.
También era encontrarse con puestos de comida, tacos, quesadillas, gorditas, pan de feria, la feria misma saliendo del Metro Iztapalapa, refrescos preparados, paletas de hielo.
En punto de las 14:00 horas, Axel Eduardo González Bárcenas, el primer Cristo postpandemia, salió al paso con su cruz, frente a los iztapalapenses, pues este año fueron pocos los extranjeros que asistieron. Desde el arribo de Jesús al Templo de Poncio Pilatos, las personas comenzaron a aventarse, por lo que la policía capitalina tuvo que cerrar el paso.
Lo mismo ocurrió en la subida al cerro de la Estrella hasta donde se desplegaron los cuerpos policiales para evitar que personas ajenas a la peregrinación llegaran hasta el cerro, ya convertido en el Monte Calvario.
Desde lo alto del cerro podía contemplarse, a lo lejos, el gentío expectante al ver a Cristo en la cruz, al cuerpo de Judas colgado, mientras enfurecidos le gritaban traidor, las monedas de chocolate que éste arrojó, pisoteadas, y el sol, fuerte, golpeando a todos los nazarenos vencidos, pero contentos por ver regresar esta tradición de Semana Santa.