Qué mejor manera de pasar un día festivo, (5 de mayo), que caminando en un parque de atracciones tan mágico y especial como lo es Disneyland.
Claro que para llegar hasta allí, primero tuve que manejar una hora y media, por free way, sola. Estos es, “Me and Myself” y eso ya de por si era un reto para mi.
Ésta es una más de las experiencias que estoy viviendo en mi nueva historia de autonomía, en este nuevo capítulo de vida. Ya había comprado previamente mi boleto vía internet.
Lo primero que observo al llegar, son los cambios que se han producido en este parque, pues hace tantos años que lo visité por última vez que ya el ver las transformaciones es de por sí una Aventura.
Venir aquí por cuenta mía, tiene sus ventajas. Puedo subir a cualquier juego, pues no tengo restricciones de edad ni de salud, no traigo conmigo niños pequeños con horario distinto, o que se asusten o se cansen, únicamente mi propio ritmo…
Esta ha sido la segunda vez que me subo en la montaña del espacio. Ahora se llama “Hiperspace Mountain” Y es aún Mejor que mis recuerdos!
También disfruté mucho el paseo submarino, así como el de “Star Wars” definitivamente, Tomorrow Land es mi zona favorita, a pesar de que no pueden faltar el clásico paseo “Pequeño mundo”, o los Piratas del Caribe.
Con una botella de mi bebida favorita, una bolsa de cacahuates y una barrita energética, tuve listo el equipaje para esta vivencia. Esa es mi comida del día, hasta volver a casa.
Una enorme sonrisa se me dibuja inevitablemente en el rostro en cada juego. En ella noto que mi corazón de niña fantasiosa, curiosa, deliciosa, sigue vivo, latiendo al ritmo musical de mis pensamientos. Y que en este mágico lugar, siempre es posible dejarla salir a sonreír y asombrarse.
Hay dos tipos de personas en este mundo: las que se sorprenden con la magia, y las que quieren saber cómo funciona. Ambas son necesarias. Yo pertenezco al primer grupo. A mi no me interesa mucho saber cómo lo hicieron, simplemente miro, disfruto, bailo y canto, dejo que mi corazón cabalgue al ritmo de la emoción y de la música que he escuchado desde niña.
Ahora, con el acompañamiento del aparato celular, las filas de espera se hacen más ligeras. Aprovecho para estudiar en mi app de idiomas, tomo imágenes, juego con ella haciendo composiciones y las comparto en mis redes y con mis amigos, leo mis mensajes.
Siendo éste un día nublado, se suman más ventajas a las ya existentes: no hay mucha gente por la amenaza de posible lluvia (no llovió), y tampoco tengo que caminar bajo el sol abrasador. El día parece hecho a la medida para mi.
Gracias, gracias, gracias.
Andar por todo el parque, disfrutar de un ansiado pretzel (me encantan pero no los como muy seguido por aquello de cuidar la línea), éste último además con la inconfundible y encantadora forma de mi único ratón preferido. Mirar a tantas y tantas personas adultas que se dejan llevar por sus fantasías y visten disfraces o románticas versiones personales de sus personajes favoritos. Hasta una perrita me tocó ver, caminando al lado de su dueño, ataviada con una diadema de orejas…
Eso si, no quise regresar muy tarde, pues manejar en un atardecer probablemente lluvioso y con baja visibilidad, por hora y media de carretera, no era un tema de mi interés.
Llegando a mis lares, con el tanque prácticamente vacío de gas, pero el corazón lleno de alegría, mi primera parada fue en la gasolinera.
Y la Segunda, en casita, para descansar, comer y escribir este relato.
Con amor y fantasía,
Marissa LLergo.