NI EL DIRIGENTE ESTATAL DE MORENA ESTÁ EN LA LISTA DE MILITANTES DE ESE PARTIDO EN SAN LUIS POTOSÍ QUE ES REQUISITO ENTREGAR EN EL INE. TAMPOCO MUCHOS OTROS DE LOS FURIBUNDOS OPOSITORES A LAS CANDIDATURAS DE PERFILES A QUIENES SE DESCALIFICA COMO EXTERNOS.
Por: Adriana Ochoa.
De dieciocho aspirantes que se registraron para buscar la candidatura a gobernadora por Morena, sólo tres aparecen en el padrón de militantes que esa formación entregó al INE: la diputada local por el distrito I, Consuelo Carmona Salas; la ex oficial mayor del Congreso Marcelina Oviedo Oviedo y María Josefina Banda Zermeño, todas con militancias datadas antes de que Morena obtuviera el registro, el 9 de julio de 2014.
Consuelo Carmona es también la única diputada local que está en ese padrón, un listado que los partidos están obligados a entregar al INE. Con los apellidos de su compañera de bancada Marite, aparece América Libertad Hernández Correa.
No, tampoco está Edson Quintanar, elevado de la nada a la coordinación de la primera bancada morenista en la historia de nuestro Legislativo. El único militante de apellido con “Q” es un ciudadano Quistián.
De los diputados federales morenistas potosinos, seis en total, cinco de ellos plurinominales, sólo está María Luisa Silva Veloz.
El delegado del Bienestar, Gabino Morales Mendoza es militante desde enero de 2013, o sea, fundador sin duda. No está Leonel Serrato, ido al Verde como candidato a la alcaldía capitalina. Y no está siquiera Sergio Serrano Soriano, el dirigente estatal en pie de guerra por la decisión central de postular a la gubernatura a una no militante morenista, la ex secretaria de Salud Mónica Rangel Martínez, y a otro no militante morenista a la alcaldía capitalina, el alcalde con licencia Xavier Nava Palacios.
A diferencia de otros listados de militancias en San Luis Potosí, como el de Acción Nacional, parece que los registros en Morena se congelaron antes de la elección del triunfo avasallador en 2018. Extraño: de esa elección, Morena como partido se convirtió en el objeto del deseo de muchos aspirantes a una carrera política. En función de cómo se descargue, por estado o en nacional, una lista tiene 3 mil 949 nombres y otra 3 mil 960. En la primera los registros son de 2013 y 2014; en la segunda, aparecen algunos de 2017.
El señor Serrano puede aducir que el listado no está actualizado, una explicación que no hará más que confirmar la calidad de su desempeño al frente de ese partido: es precisamente él el responsable de generar y entregar una lista actualizada, con todos los nuevos reclutamientos que seguramente él promovió como dirigente. Y si no está ni él en la lista de militantes, ni creció la militancia en ese partido desde 2014, da para pensar que el Lear Jet que es Morena en el escenario político después de 2018 tiene por piloto… a un chofer de chimecos.
Hay en Morena San Luis, como en cada estado, un grupo de control que reclama el reconocimiento de haber emprendido el origen del partido. Forman parte de las bases y del paso de una movilización a un partido, pues Morena fue antes una asociación civil creada en 2011 para apoyar la candidatura presidencial de Andrés Manuel, bajo el registro del PRD.
En la primera participación en las urnas ya como partido de izquierda emergente, en 2015, Morena no tenía gente para competir; tampoco la tenía en 2018, por ello la notoria falta de preparación e idea de quienes llegaron a diputaciones locales y federales.
El registro por azar, por tómbola o por rifa los llevó a la curul en la elección de la furia, de los votantes enojados. Salvo excepciones, como Consuelo Carmona o el doctor Del Sol, que ganaron sus distritos por cierto reconocimiento en sus localidades, la mayoría llegaron por la marea de Andrés Manuel.
A casi tres años, en San Luis Morena es Andrés Manuel: la formación no creció, no hizo estructuras, no acompañó el proyecto con hechos. Sus figuras en cargos no dieron para más. Apenas llegar, a meter parientes en la nómina, a acomodar a los amigos, a cumplir con agendas políticas personales o de pequeña cofradía. Ni a qué extrañar lo que hoy reclaman tan airados: el Centro que todo lo decide los ha hecho a un lado.
Sin resultados de un trabajo político, la pretendida tabla de salvación de la ortodoxia morenista es el discurso, una retórica ramplona que acaba por caricaturizar a Morena como una institución ideológica anclada en tiempos del padrecito Stalin, o de los casposos años setenta con los amarillentos textos de Martha Harnecker como estribillo: todo potencial candidato del exterior es sospechoso de no estar a la altura de “la defensa de la 4T” (lo que sea que eso signifique), de no ser suficientemente “de izquierdas” ni estridentemente antiempresa.
El éxito de Morena como movimiento político se irá al carajo si, como otros partidos, no entiende que el movimiento social tiene otros ritmos, otras aspiraciones y es más diverso.
Sí, a los morenistas potosinos los han hecho a un lado sus mandos centrales. ¿Pero de cuándo acá Morena es un partido de prácticas democráticas liberales? El Congreso de la Unión es la prioridad electoral del presidente. La oposición coaligada va por impedirle la mayoría para frenar sus reformas y hacer un contrapeso efectivo. Ganar las gubernaturas y alcaldías de ciudades grandes viste, desde luego, pero lo que más interesa es el efecto que pueden tener candidaturas competitivas a alcaldes y gobernadores sobre las votaciones para legisladores federales. La elección para diputado federal o senador por sí sola rara vez lleva votantes a las urnas.
Sucede que el presidente de este país, jefe real y motor de Morena es más pragmático de lo que sus conmilitones en San Luis. No hay nada tan sexy como el poder y ahora Morena es la ruta más viable para conseguirlo, a menos que en junio cambie el escenario. El potencial reparto tiene mejores posibilidades si la cofradía es reducida. Todos se dicen “auténticos” morenistas, todos se dicen “defensores de la 4T” y evitan cargar gasolina en Exxon, Shell o cualquier otra franquicia que no sea Pemex.
Si los han hecho a un lado y no ven “al pueblo” de sus trasnochados discursos siquiera interesarse en sus protestas, ya no que simpaticen, la razón es muy sencilla: los electores no van a derramar una sola lágrima porque los desplacen.
Probablemente la dirigencia real de su partido ya los midió y se lo merecen.
Con información de Adriana Ochoa / PULSO.