Sobre el ayer, el hoy y uno de los callejones de mi pueblo mágico Xilitla.
Muchas veces he escuchado que la gente dice “los tiempos pasados eran mejores” pero yo lo pongo en duda. Tengo 65 años y lo cierto es que la vida es muy corta, puede ser que ustedes piensen que soy una optimista empedernida, pero les pondré un ejemplo.
Todas las mujeres anhelamos ser respetadas y valoradas entonces les pregunto a las de mi generación.
Hemos sido valoradas y respetadas en tiempos pasados? Cuando éramos niñas, adolescentes, jóvenes casadas con hijos?
Muchas han luchado incansablemente para alcanzar tener los mismos derechos que goza el género opuesto. Y luego, está la tecnología, este es otro ejemplo. Ay! Que bonito! Antes había más comunicación personalizada…
Yo solo recuerdo que mi mamá estaba desesperada porque algún hermano o yo misma no llegábamos a la casa y ella no tenía la menor idea donde estábamos.
Y que me dicen cuando alguien deseaba emprender y poner un negocio por su cuenta, esperar una eternidad para que llegaran los clientes, en cambio ahora, desde un cómodo sillón hacen su publicidad u desde casa ya tienes buenas ventas. Las filas han casi desaparecido con la existencia de la banca móvil.
En relación a este tema de ayer y hoy, hace unos días que yo caminaba por una de las calles más largas de mi pueblo, la calle Ocampo y ya casi al llegar a la plaza, pasé la casa donde un largo tiempo fui tan feliz al lado de mis padres y hermanos, esa casa que era de mi padre Plutarco Gastélum Esquer, su sueño de construccion hecho realidad, mi padre conocido en el pueblo por ser junto con mi madre Marina Llamazares las “mano derecha” del mecenas y fundador del Jardín Escultórico, Edward James. Antes le decíamos al lugar simplemente Las Pozas.
Y si era muy bonito ir ahí y nadar en las heladas aguas y que todos podían pasar libremente pero ja. También les puedo decir lo que sufrían mis papás al pagar de su bolsillo a los trabajadores para que recogieran media tonelada de basura que dejaban alegremente los paseantes. En fin, y al tío Eduardo (Edward James) que no quería que pasaran a su casa y se llevaran plantas que eran importadas de otros países.
Volviendo a la casa que construyó mi padre al lado de la calle Ocampo, más arriba de esta casa con patios, terrazas y una hermosa alberca rodeando un árbol de magnolias y que mi padre siempre dejó claro que la heredaría a su único hijo varón, está otro terreno, que este si lo compró Edward James, y siguiendo con la misma línea arquitectónica de su amada casa en la selva hoy llamada Jardín Escultórico de Edward James mandó construir unos arcos de concreto, mis padres confiaban en que yo sería la heredera pero al final se decidió que lo heredaríamos los cuatro hermanos y así fue con el inconveniente de que por ser propiedad mancomunada nadie puede disponer de este, pero claro! esta ley ha sido rota y solo puedo decir que yo solo deseo que se divida y tener mi propia parte que quiero para una de mis hijas. Solo espero que se haga lo justo porque ha habido innumerables injusticias, sin embargo, esta cuestión no es el propósito de mi escrito.
Este lugar tiene una gran puerta de fierro pintada de amarillo y da a un callejón que hoy en día es un primor, muy bien cuidado y con varias banquitas para que la gente se siente a ver o revisar sus celulares, donde las parejas disfrutan de una sesión de platica íntima. Este callejón varias décadas atrás, me apena decirlo pero fue el excusado de la gente de varias comunidades que venían los domingos al tianguis del pueblo en los alrededores de la plaza, zona céntrica, y peor aún también de varias personas de la cabecera misma y que parecía que concursaban a ver quien hacía el más grande mojón.
Para mis padres y sus vecinos se convirtió en un verdadero dolor de cabeza por el intenso olor nada agradable que despedía por toda esa zona. Se habló con las autoridades que hicieron oídos sordos a esta desagradable cuestión. Mi papá decidió actuar por su cuenta y comenzó a pegar letreros donde se leía que el callejón no era lugar para hacer sus necesidades orgánicas, no hicieron ningún caso, se llegó a la conclusión de que no sabían leer o de qué tal vez porque su idioma era él Nahuatl no entendían los letreros y a la gente del pueblo simple y sencillamente “le valía madre” con perdón de la expresión. Toda esta gente ya habían determinado que este callejón es y sería su baño privado siempre.
Mis padres siguieron pensando que más hacer para acabar con este tortura del olor penetrante y fue entonces que a mi papá se le ocurrió hacer uso de su arte en el dibujo.
Lo hizo bastante grande y dibujó un hombre en cuclillas bajándose el pantalón y atrás de este un policía furioso señalando unas rejas. Surtió efecto, aunque algunas personas seguían con la fea costumbre ya fueron muchos menos, pasaron los años y por fin se construyeron baños públicos, algunas personas tuvieron la buena idea de hacer negocio de esto y terminó el problema. Así que por esto y más tengo mis dudas en cuanto a esa frase “Los tiempos pasados eran mejores”.
Atentamente
Leonora Gastelum.
Xilitlense.