Algo de lo más novedoso del primer debate son los ingeniosos memes que por miles surgieron en redes sociales apenas acabo el evento. La cultura del relajo dominó el ciberespacio. Ningún candidato quedó a salvo de las burlas.
Los jóvenes inundaron con su ironía y creatividad las redes sociales. Una forma letal de burlarse de los políticos. A través de los memes legiones enteras de ciudadanos se sublimaron fijando una postura acerca de lo que pasó en esa confrontación.
Cada quien vio ganar a su candidato. Ello prueba que los debates sólo confirman la preferencia que previamente ya hemos adoptado. El segmento que quizás sí se verá influenciado es el de los indecisos que anda en alrededor del 20% de los electores.
Será hasta los próximos días, una vez que las empresas encuestadoras realicen su trabajo post debate cuando sepamos si hubo cambios significativos en las tendencias de intención de voto.
Mientras tanto lo que podemos hacer son lecturas parciales de lo que observamos el domingo por la noche.
Primera lectura.
Los debates tienen como objetivo informar, convencer y ganar adeptos. Para ello los contendientes deben hacer gala de habilidades de persuasión. Ello exige tener capacidades de teatralización para hacer más creíble lo que dicen. Ayuda mucho tener claridad de ideas, un lenguaje corporal adecuado, facilidad de palabra y manejo del auditorio.
Al respecto me parece que Ricardo Anaya y el Bronco fueron lo que más sobresalieron en su desempeño. Repetidamente atacaron y se defendieron bien. López Obrador no dejo su estilo evasivo y taimado que tanto desespera a sus contrincantes. Por su parte Margarita Zavala se vio insegura y obsesionada en defender a su marido. Pepe Meade no hizo nada espectacular. Quiso parecer el más preparado e insistió en dar prioridad a las propuestas de solución a los grandes males del país: corrupción, inseguridad e impunidad. Ataco con singular alegría a López Obrador pero no fue capaz de defender al presidente Peña Nieto cuando éste fue atacado por temas de corrupción.
Segunda lectura.
Como se había pronosticado todos le echaron montón a López Obrador. Con lengua de víbora lo estuvieron provocando durante todo el debate para que dijera de que ha vivido en los últimos años, si de verdad va a otorgar amnistía a los criminales, si mintió acerca de su patrimonio y si es o no aliado de Elba Esther Gordillo y otros ex priistas y perredistas de triste memoria.
A pesar de los ataques el Peje no perdió el control. Parece que ya aprendió a controlarse y cumplió su palabra de ir en son de amor y paz al debate. Fue respetuoso con todos y triunfo sobre sí mismo al no soltar la rienda del potro desbocado que lleva dentro.
Sabía que la estrategia de sus adversarios sería la provocación, que buscarían sacarlo de sus casillas para que surgiera su intolerancia. Estoico aguanto los ataques aunque en su rostro se reflejó en varias ocasiones el sufrimiento que le causaban los embates de la pandilla que lo estuvo asediando.
Creo que AMLO pasó la prueba. No les resultó a sus adversarios lastimarlo y la violencia verbal que aplicaron sobre él se les va a revertir porque lo victimizaron. Las masas tienden a proteger al desvalido, al mártir, al que sufre el abuso. Y la verdad si se vieron como hienas.
Mi presagio es que el martirio a que fue sometido le va a conseguir la adhesión de miles de ciudadanos educados en la cultura judío-cristiana que tiene como referente la figura del cristo lacerado como símbolo del abuso de los poderosos.
Tercera lectura.
En el mundo de lo políticamente correcto los debates deben servir para contrastar la personalidad de los candidatos, sus propuestas, sus habilidades comunicacionales y su capacidad para actuar bajo presión.
En el debate del domingo pudimos conocer algunos de éstos atributos en cada uno de los contendientes. Hubo muchas propuestas pero creo que no será lo que más recuerden los ciudadanos de este acontecimiento.
Salvo la propuesta del Bronco de legislar para que a los corruptos se les corten las manos, el resto de los ofrecimientos se esfumaran con el paso de los días.
Está probado que un debate aporta poco en las intenciones del voto, entre dos o tres puntos. Salvo en contiendas muy cerradas donde ese puntaje puede definir a un ganador. Recuérdese que Felipe Calderón en 2006 ganó con apenas un 0.56% de la votación, 243, mil 934 sufragios de diferencia.
Pero en una competencia como la que estamos viviendo donde uno de los candidatos (AMLO) lleva una delantera que oscila entre 10 y 20 puntos de ventaja el daño que causa un mal desempeño en un debate puede asimilarse.
En fin. Hay muchos ángulos desde los que se puede analizar lo que pasó pero ya habrá ocasión de comentarlos.
Apenas va un tercio de la contienda y además habrá otros dos debates, en Tijuana, Baja California el domingo 20 de mayo y en Mérida, Yucatán, el martes 12 de junio.
Como cierre afirmaríamos que lo que pasó el fin de semana no es definitivo para el resultado del próximo primero de julio.